Duermo. Duermo por si las moscas. Ayer fueron doce horas y hoy nueve, pero una siesta nunca está de más. Duermo por aquel tiempo en el que no fue así. Duermo como si estuviera prohibido. Duermo por si algún día soy madre y por los insomnes. Duermo porque quiero y porque puedo, y porque ¿por qué no? En otra vida fui marmota, quizás por eso al dormir entre en calor. La quietud me alimenta. Duermo más de lo que me atrevería a admitir y menos de lo que me gustaría. Duermo porque si en verano veraneamos, por qué en invierno no invernar. Pero cuando no duermo, corro.
Corro no sé muy bien por qué, si ni siquiera me gusta. Corro por el año nuevo y por el viejo. Corro por mí y por todos mis compañeros. Corro para ver la marea subir o bajar, ver el surco del tiempo. Corro y desconozco este verso que va a calar en mí: «qué hermoso era saber que estabas / ahí como un remanso, / sola conmigo al borde de la noche, / y que durabas, eras más que el tiempo».1 Corro y las palabras se las lleva el viento, pero no. Porque me ducho y vuelvo a mi escritorio, al sofá, al ordenador, al cuaderno, y las que debían volar, volaron, y las que no, ahí están. Corro para sacudirme el mito del escritor-genio. Corro porque puedo.
Corro porque no sabía que podía, aunque mis glúteos estén diseñados para ello.2 Corro, pero no huyo de mí, ni de nadie. Bueno, tal vez un poco sí. Corro para nada, porque todo. Corro sin música, sin reloj, sin tiempos. Corro por la ducha de después, por la pereza de antes. Corro por la niña que no fui, por la adolescente que tampoco. No corro para huir de los treinta. Corro para sacudir mi dolor, sentir mi alegría, para no sentir. «Corro para escribir. Corro porque escribo. Porque es igual de inútil, igual de necesario, igual de pavoroso.»3 Corro y siento el sol, el aire, la lluvia fina, se agita la vida. Corro para dormir mejor. Duermo para poder correr. Corro a veces, no todos los días, no siempre que puedo. Corro cuando no nado, trabajo, escalo o duermo. Corro cada vez más, pero cuando menstrúo, hiberno.

Después de las fiestas, poema de J. Cortázar.
Ya lo decía Ana Bosch: “es fascinante que el glúteo mayor, el músculo más grande de nuestro cuerpo, sea uno de los rasgos humanos más distintivos. Es esencial para correr, pero no para andar.” Os recomiendo su artículo Go, Ana, GO!


Puede que después de leer esto, 2025 sea el año en el que empiece a correr después de tanto tiempo incumpliendo ese propósito 🏃🏻♂️ jajajaja
Haces poesía de lo cotidiano 🩷